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DANTE SALVIATI

l'inizio del non controllo

Ya estaba harto. Estaba harto de tener que vivir en la rutina de salir, cazar, matar y sentirse vivo, volver a morir. ¿Qué sentido tiene vivir así? Empezaba a probar nuevos estilos para hacer de sus asesinatos algo más interesante que sólo alimentación, por lo que había tomado un cuchillo, con el propósito de disfrutar del delicado arte del desmembramiento.

Era la primera vez que cazaba de día y tenía el plan perfecto para atraer una víctima hacia el bosque y probar sus nuevos conocimientos.

"—Espero que lo que planeas no sea lo que ejecutes...—"

"—Nadie pidió tu opinión... Silencio—" Murmuró mentalmente a las voces en su cabeza, mientras cruzaba la puerta del bar y fijaba su mirada en su sujeto de prueba. Admiró las personas que tenía enfrente y sonrió victorioso. El lugar era prometedor y la elegida también lo era. Se acercó a ella confiado, pero algo llamó su atención a la puerta trasera y se dirigió hacia allí, sin poder creer lo que sus ojos veían. Al pasar la puerta, la silueta que seguía cruzó y se encaminó hacia al bosque, con el vampiro acechándole.

—¡Espera...!— Gritó, para usar su velocidad y acercarse a la joven, pero ya no estaba. Miró a su alrededor, detallando las sombras de los árboles y los arbustos, sin lograr ver nada. —Pero que...— Un ruido en la espesura del bosque le alertó y caminó lentamente hacia donde creía haber oído pisadas.

—¿Por qué me sigues?— Murmuró una dulce voz tras suyo y se giró rápidamente, para admirar a la menuda chica aterrado.

—No es posible...— Musitó en un hilo de voz, mientras se acercaba a ella un tanto desconfiado. Era simplemente imposible; pero confundir la realidad con la suya propia era totalmente posible.

—Pregunte, Dante. ¿Por qué me sigues?— La chica parecía asustada y apretaba sus libros contra su cuerpo, abrazándolos con fuerza y fingiendo ser un tanto más valiente de lo que parecía.

—¿Cómo llegaste acá?—

—No respondas una pregunta con otra pregunta. ¿Por qué me sigues, maldita sea?— Relajó sus músculos y se acercó un poco a la chica, para admirar mejor su rostro e intentar creer lo que veía sus ojos. Era Evangelina Salvatore...

—Yo... Evangelí...— Su garganta se cerró completamente y las ideas le abandonaron sin consideración. Avanzó para poder tocarle, pero la chica retrocedió envuelta en pánico.

—¡No me toques! Tu... Tu ibas a matarme, Dan— Negó con velocidad, levantando las manos para demostrarle que no le haría daño.

—Eva, Eva, Eva... Nunca te haría daño. Soy yo, pequeña. Tu... Tu hermano—  La chica empezó a llorar y negar con ira.

—No, tu no eres mi Dan. No...— Intentó tomar sus manos y calmarla, pero un grito escalofriante le heló la sangre.

—¡Aléjate!— las lágrimas cayeron de los claros ojos de la chica y el llanto llenó los oídos del vampiro, haciendo que sus nervios se alteraran.

—Evangelí, princesita... Si soy yo...— Otro grito agudo llenó el silencio del bosque y la mirada furibunda de la muchacha estaba alzando sus niveles de ansiedad, haciéndole retroceder.

—¿En serio vas a decirme que tu eres mi hermano? ¡Eres un monstruo! ¡Saca el maldito cuchillo que traes bajo la chaqueta y mátame! ¡Hazlo ya, maldito cobarde!— Gritó Evangelí con una voz gutural que le torturaba el tímpano, para luego mostrar la mirada asesina y los colmillos propios de un vampiro. Las palabras resonaban en su mente, como si las dijera sonoramente y las susurrara dentro de su mente. Negó suavemente y cerró los ojos con fuerza. No era real. No podía serlo.

—Ven y mátame o yo lo haré contigo— Nada de eso tenía sentido, no era posible.

—No... No lo haré. Nunca te haría daño— En un segundo, la chica estaba a centímetros de él, con el cuchillo en su mano. Sonrió macabra y pasó el filo del cuchillo por su mejilla, dejando un camino de sangre a su paso.

—¡No, Eva!— Gritó y tomó el cuchillo de sus manos, para utilizar toda su fuerza y evitar que la chica le enterrase el arma en el pecho.

—¿Qué te sucede?—

—Ver tu reflejo te espanta... Siempre lo hizo. Siempre le has temido a lo que burbujea en tu interior, pero sólo eso hace que te sientas vivo... lástima que sólo dure unos minutos y... sólo sea un recuerdo constante del monstruo que en realidad eres e intentas disimular...— Sus ojos estaban tan petrificados con las facciones ajenas, que no notó cuando ésta tomó el cuchillo y lo enterró hasta el fondo de su costado izquierdo.

—Ahora, voy a cumplir tus sueños, mi amado. Hora de dormir...— El dolor invadió su torso y el aire abandonó sus pulmones, haciéndole alejarse unos pasos para admirar el suceso. Un pequeño mango negro sobresaliendo de su estómago y la sangre invadiendo su camiseta. Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas, admirando la figura angelical que acababa consigo mismo. Las manchas negras crecían en su cuadro de visión y el mareo amenazaba con hacerle perder la conciencia. —Evangelina... ¿Qué...?— Pero la chica ya no estaba y su mente se iba con ella.

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