Nuestro Secreto De La Casa Vieja
- Camila Alejandra Sarmiento Espinel
- 13 ago
- 10 Min. de lectura

La oscuridad siempre nos protegía, siempre jugó a nuestro favor. En aquel recinto de la casa vieja jamás alguien podría encontrarnos a menos que supiera con antelación, y por nuestra parte, de aquel lugar. Tal vez Santos, que era la sombra de Jackie, podría intuir dónde y qué estábamos haciendo.
—Jackie... No, espera, ¡basta!— grité entre risas, mientras las manos de Jackie parecían buscar los bordes de mi vestido. Sabía qué era lo que quería, pero las últimas 3 veces le había sido muy fácil conseguirlo, no podía dejar que se acostumbrara. Su rostro sorprendido me devolvió la mirada y me di cuenta de lo que temía: ya se estaba acostumbrando.
—¿Basta? —Me cuestionó casi sobre los labios, mientras yo asentía lentamente, tomando con fuerza sus cabellos y sonriendo con un deje de picardía. Mantuve su distancia a pesar del hambre que sentía por tocar su piel con mi boca. Le eché una ojeada a su imponente presencia, para acariciar el borde de su mandíbula con mi dedo y ver cómo se mordía el labio con hambre. El hecho de que no siguiera avanzando me indicó que Jackie también quería seguir mi juego, lo que hizo escapar una risa bobalicona que delataba mis sentimientos por él. Poniendo una mano en su pecho para asegurar la distancia, la otra atrapó su pañuelo y le hizo avanzar conmigo hasta el interior de la habitación. Como un perro obediente, Jackie siguió mis pasos imitando mi torpe sonrisa, mas se aseguró de mantener algo de control con sus manos en mi cintura.
—¿A qué trampa me dirige, señorita? —susurró divertido, probando suerte y acercándose un poco para atrapar mis labios. —A una que disfrutarás un poco más que yo... Sólo un poco.
Al fin logré sentarlo en una silla cercana, indicándole con algo de autoridad que no podía moverse de ahí. Con un gesto me indicó que acataba mis órdenes, aunque su expresión me hacía saber que estaba más entretenido que intimidado. Era lo máximo que podía conseguir en una situación así, pero me daba por satisfecha.
Con el corazón en la mano, me alejé un poco de él dándole la espalda. Los latidos en mi garganta casi que me impedían respirar, pero me era imperativo continuar. No había reunido esa monumental cantidad de valor para arruinarlo al final. No me lo perdonaría, ni Jackie tampoco.
Tomando una gran bocanada de aire, detuve mi andar unos pasos por delante de la silla donde Jackie me esperaba. Como el cuarto apenas tenía una ventana, la iluminación jugaba a mi favor para mantenerlo expectante y, si todo salía bien, dar un aire sensual al ambiente. Mirándole por encima de mi hombro, tomé el cordel del corsé y me liberé con habilidad. La expresión de Jackie era más de asombro confuso que de excitación, claramente sorprendido con lo fácil que era quitar la prenda. Pobre Jackie, siempre tardaba tanto con aquel cordel. Casi que tenía que masajearle el pene mientras esperaba para poder seguir.
—¿Cómo diablos hiciste eso, Evey?
—Jackie, maldición, ¿te concentras en lo importante? —exigí ante su pregunta fuera de lugar, para tomar el corsé y dejarlo caer. Mis manos quitaron el nudo de la falda y la saqué por mi cabeza sin dejarlo de ver. Sin esas dos prendas, había facilitado colosalmente el poder apreciar mi piel para él, lo que le hizo cambiar de posición en su silla y suspirar pesadamente. Bingo.
Tomé un momento para respirar, pues los nervios estaban haciendo que la habitación girara a mi alrededor. Pero tenía tan entretenido a Jackie... Tenía que seguir, ¿cómo dejarlo así? La parte superior desapareció rápidamente, para darle paso a mi desnudos brazos y hombros. Jackie miraba atentamente, perdido en lo que yo hacía. En un momento, pareció despertar de un hechizo y sacudió un poco la cabeza, para cerrar la abertura de la boca completamente y fruncir el ceño. Claro, estaba confundido. Comprensible. Me paré completamente recta delante de él, para quitar mis cabellos de enfrente y dejarle apreciar mis pechos en todo su esplendor. Aunque bajé el rostro de la forma más sumisa que podía, mis ojos se mantuvieron en sus expresiones. Él inhaló con fuerza y acomodó su pierna, debido a lo que yo supuse que era una inminente erección. Perfecto.
Jackie estaba tan callado que mi respiración irregular y quejidos por el nerviosismo llenaron la habitación. Con total gracia logré quitar una pequeña lágrima que había escapado y que, espero, Jackie no notara. Deshice la crinolina y la falda de aro para escapar de ellas y dejarlas caer a un lado. Aquel día, pensando en este momento, había evadido la postura de algunas prendas, por lo que Jackie me tenía sólo con mis zapatos delante suyo. El frío me hizo temblar un poco, pero intenté mantenerme delante suyo lo más recta posible para permitirle observar tanto como quisiera. Jackie miró unos segundos en silencio, para volver a sentarse al borde de la silla y llegar al fin a mis ojos. Hizo un amague de levantarse, a lo que negué rápidamente con la cabeza. Él no parecía satisfecho con mi respuesta, pero asintió y volvió a acomodar su pierna derecha un poco más adelante.
—No sé qué debo hacer o decir... —susurró al fin con una pequeña sonrisa, a lo que bajé la mirada a mis uñas y suspiré mordiendo mi labio. —Lo que pasa es que... —mi voz era apenas un hilo delgado y tembloroso. El frío y los nervios me dominaban, mis ojos inmediatamente se inundaron y sólo bajé la mirada a mis manos temblorosas —Me.. Me di cuenta que tú... Que yo nunca... Que desde que estamos juntos... Tú... Nunca me habías... visto.
Limpié mi rostro con rapidez, mientras la calidez de su presencia me envolvió y ya no pude mantenerlo lejos. Me abrazó con fuerza, suponiendo que él notó el aire frío que se inmiscuía entre la ventana rota.
—¿De qué hablas, Evey? Claro que te he visto... Sí lo he hecho, ¿de qué hablas? —preguntaba una y otra vez confundido. Pobrecito. Lloré en silencio sobre su pecho, más por lo nerviosa que estaba a su reacción que por una verdadera tristeza. Jackie sólo me abrazó, mientras recorría mis brazos y mi espalda con sus manos repetidamente.
—¿Te acuerdas de nuestra primera vez? —cuestioné, al fin.
—Nunca la olvidaría...
—¿Y te acuerdas de las que siguieron?
—Claro que lo hago.
Al fin pude separarme un poco de él para mirar su rostro, poniendo mis manos en sus mejillas y cerrando un poco los ojos. Su piel siempre era tan cálida, tan suave. Dios, era la mejor sensación de la vida... Sólo tocarlo, simplemente una caricia. —En ninguna de esas veces me viste.
—¿Cómo «verte»? —preguntó suavemente mientras inclinaba la cabeza para alcanzar a ver mi rostro. Yo suspiré volviendo a bajar la mirada y di un paso atrás.
—No me viste, Jackie. Esa vez sólo nos desnudamos tan velozmente que no me viste. Y las que siguieron tampoco me viste, sólo lo hacíamos sin vernos.
Jackie escuchó atentamente, para rascar su mejilla en gesto nervioso y asentir. Posteriormente, procedió a empezar a quitar su ropa.
—No, para. ¿Qué haces? —cuestioné algo asustada, pero mis ojos no pudieron evitar desviarse a cada centímetro de la piel de Jackie. Para él fue mucho más rápido terminar completamente desnudo, mirándome fijamente a la espera de mi reacción.
—Ahora nos vemos, ¿sí? —preguntó con cautela, mientras un suspiro se escapaba de mi boca y mi cabeza asentía lentamente.
—Y... ¿te gusta lo que ves? —cuestioné ya yendo sin rodeos. Mi garganta se cerró por completo ante aquella sonrisa que surgió de los labios de Jackie. Se acercó sólo lo suficiente para poder hablar suavemente y ser escuchado. —¿Era eso lo que te preocupaba, Evey? —sonrió y su dedo pasó desde mi frente, por mi nariz, mi mentón, mi cuello hasta la mitad de mi pecho. —Nada mal... —susurró mientras iba avanzando, para seguir hacia mi cintura, mi cadera, mi vulva y desviarse al muslo izquierdo. Asentía lentamente por cada zona que perseguía, hasta quedar arrodillado delante mío, con su dedo en mi empeine. —Bien, ya te vi. —susurró volviendo sus ojos hacia los míos. Volvió a ponerse de pie lentamente, mientras su dedo se devolvía por la pierna derecha e imitaba el recorrido. Se detuvo en mis labios y suspiró.
—Eres la mujer más preciosa que este dedito ha podido tocar —susurró con una mirada seria, mientras su dedo recorría mis labios de lado a lado.
—No, Jackie. Mira bien. —insistí algo desesperada, pero él simplemente me calló y suspiró. Se alejó un paso y me observó como si fuera una obra de museo. Mis mejillas y toda mi piel ahora gozaban de un rojo intenso. —Uno de tus pechos es un poco más grande que el otro, tienes un vello gracioso en el coño, te falta depilar una de tus rodillas, tu trasero tiene estrías igual que esa parte de tus caderas, tienes una mancha en el hombro, tienes un lunar en el centro del cuello. Si, ya vi la cicatriz en tu ombligo, que está fea, por cierto.
Mis ojos empezaron a inundarse de nuevo, mientras una extraña vergüenza me invadía y me hacía intentar cubrirme. Apenas vio mis intenciones, Jackie tomó mis manos y las puso una a cada lado de la cabeza, lo que me hizo soltar un chillido angustiado.
—Y aún así Evelyn, eres la mujer más preciosa que estos deditos han podido tocar —comentó nuevamente, lo que me hizo llorar inmediatamente. Él volvió a abrazarme y sostuvo mi peso con sus brazos, pues yo ya me había desmoronado. Negó lentamente y volvió a levantar mi rostro para obligarme a mirarle.
—¿A ti te gusta lo que ves? —me cuestionó con una pequeña sonrisa. Desesperada, asentí lanzándome con angustia sobre sus labios, lo que nos lastimó a ambos en el impacto. Él retrocedió mínimamente antes de tomar mi boca con la suya como se debe y besarme de modo que pudiese olvidar el mundo. Sin pensarlo, mis piernas rodearon sus caderas desnudas y abandoné mi peso en sus brazos. Jackie retrocedió hasta la silla y se sentó conmigo encima, para negar divertido y separarse de mi boca.
La diversión que emanaba me ofendió, por lo que fruncí el ceño y aparté la vista de sus ojos. Una risa escapó de sus labios, por lo que gruñí intentando levantarme. Sus brazos me mantuvieron en su regazo, pasando su mano desde mi espalda hasta mi muslo. —Me encantas, Evelyn. Me encantas de formas que no comprendes. Y lo que hiciste hoy me tendrá soñando contigo un buen tiempo... Deseando venir a esta maldita pocilga tantas veces como sean necesarias para tenerte toda para mí —su voz chocó directamente con la piel de mi cuello. Su boca estaba tan peligrosamente cerca que me hizo temblar con tan sólo el roce de sus labios mientras hablaba. Mi respiración empezó a tornarse algo pesada, mientras un pequeño balanceo de mis caderas se activaba sin mi permiso. Jackie mordió su propio labio en el momento en que me erguí sobre él. Ya había jugado mucho con él al punto que podía sentir la presión que ejercía sobre mi trasero. Tomé su pene con mis manos para ubicarlo en la entrada correcta, haciendo que Jackie gruñera un poco sobre mi piel. Fui bajando lentamente las caderas hasta que mis muslos se juntaron con los suyos. Aún dolía, aún sentía una presión que me hacía chillar como gato en cuanto iba bajando. Apenas volví a quedar sentada sobre sus piernas, Jackie me besó con violencia. Se había contenido tanto que ahora simplemente estaba desesperado.
—Ten cuidado... —susurré al ver cómo su lado animal despertaba hambriento por devorarme. Volvió a gruñir molesto por mi advertencia, mientras sus dientes se clavaban en mi piel y me hacían volver a chillar. Al fin me armé de valor y tomé aire para empezar a ascender nuevamente. Las primeras veces las hice lento, esperando que mi anatomía aceptara la suya y se acomodara de modo que fuera más excitante que doloroso. Jackie gemía suavemente, capturando uno de mis pezones en su boca y compensando mi sacrificio con su experta lengua. Era cuestión de dejarse llevar para que mis instintos tomaran el control y empezaran a moverse más velozmente sobre su pene. Jackie murmuraba sobre mi piel palabras que no podía escuchar, mientras sus manos se clavaban en mi espalda y sus caderas me imitaban. El placer nos inundó, haciendo que ambos perdiéramos el control de nuestros cuerpos y los movimientos se tornaran más rudimentarios y desesperados. Sin previo aviso, Jackie me tumbó sobre la alfombra y se posicionó sobre mí, tomando el control de la situación. De cierto modo lo agradecí, pues él sabía hacer todo mucho mejor que yo. Entrelazó sus dedos con los míos y mantuvo nuestras manos sobre mi cabeza. Su boca besaba la mía con locura, mostrando la flexibilidad de su lengua dentro de mi boca y sus caderas se movían con fuerza para presionar dentro de mí.
Mis gemidos subían de tono a cada embestida de Jackie, mientras que los suyos se volvían más graves y consecutivos. Mis piernas buscaban tenerlo lo más adentro posible, enganchándose a sus caderas con necesidad. Jackie, por su parte, siempre sabía librarse de mis agarres para seguir moviéndose dentro de mí, igual que también sabía donde presionar exactamente para que yo también lo disfrutara. No podía negarlo, era muy bueno en lo que hacía.
—Evey... —susurró en mi boca a modo de advertencia, por lo que asentí. Sentí una presión extraña en el vientre, un nudo que me apretaba cada vez más. Volví a sentirme desesperada, pero esta vez estaba totalmente fuera de mi control. —Maldición... Maldita... Jac... —no podía hablar, no podía formar una palabra. Estaba tan perdida que ni siquiera noté cuando una de mis manos se liberó y ella sola se ocupó de arañar con violencia la espalda de Jackie. Aquel nudo se hizo tan fuerte que sólo pude gritar mientras mis caderas se pegaban a las de él y mi cuerpo entero temblaba. Cerré los ojos con fuerza ante aquella fuerza monumental que dominaba mi cuerpo y me poseía con violencia. Cuando volví a abrir los ojos, Jackie sonreía totalmente satisfecho. Al fin pude volver mis manos a sus cabellos, mientras él se sentaba en la alfombra y me mantenía en sus brazos.
—¡Lo logramos juntos! ¿viste? ¿viste que llegamos juntos? —Jackie sonaba como un niño pequeño que al fin lograba aquel truco que había practicado por días. Yo estaba tan confundida y avergonzada que sólo mantuve mi cabeza recostada en su hombro y lo rodeé con mis brazos. Jackie hablaba de lo que él había sentido casi intentando empatizar conmigo, pero yo no lograba recomponerme de lo sucedido. Al fin volví mi rostro al suyo, para dar un beso en sus labios y ponerme de pie, liberando mi coño de su pene.
Jackie gruñó un poco por mis acciones, acomodándose en el suelo para verme vestirme. —Evey... —susurró con alegría, pero algo de confusión —Evey, ahora ¿qué pasa? —cuestionó con más confusión que alegría, para levantarse y acercarse a mí por la espalda. Yo, ya casi vestida, no podía explicar lo que me sucedía. Era como si hubiera probado una gota de cielo y luego me hubieran dejado caer sin remedio hacia el infierno. Negué lentamente hasta encontrar sus ojos, que estaban casi en pánico. —¿te lastimé, Evey? ¿Lo hice? —preguntó casi con un hilo de voz, aguantando la respiración con evidente preocupación. Al notar cómo su flujo de pensamiento había volado, volví a abrazarle con fuerza y besé su boca intentando calmarlo. —Si lo hice, ¿verdad?
—No, Jackie... Claro que no. Eres el mejor en esto y en todo... —susurré sobre sus labios, para dejar un nuevo beso profundo en su boca. Sin pensarlo, me separé un poco de sus labios y mi lengua pronunció las palabras antes de que yo pudiera autorizarla. —Te amo, Jackie.
Los ojos de Jackie cambiaron radicalmente ante mi confesión, que era aquello que tenía atravesado en el pecho y me había hecho caer abismalmente del cielo. Me separé un poco ante mis palabras y cubrí mis labios con mi mano, igual de sorprendida que él por mis palabras. —Yo... No es lo que... Jackie, yo...
Su mano cubrió mi boca, para negar lentamente y completar mis palabras. —Yo también te amo.
La puerta del cuarto se estremeció ante un par de golpes secos. Hora de irnos.
FIN
Comentarios