La tentación de Adán
- Camila Alejandra Sarmiento Espinel
- 12 ago
- 14 Min. de lectura

La primera vez que me masturbé tenía 13 años. Estaba buscando jueguitos en la computadora y uno de esos anuncios molestos apareció. Esta vez no era una mujer con su vagina enfocada o las tetas rebotando. No, era un hombre con un pene enorme mirando a la pantalla y jalándosela durísimo.
Me quedé mirando la pantalla sin saber qué decir o hacer, mirando cómo su mano se veía tan pequeña rodeando semejante verga. Y fue en ese momento cuando un cosquilleo apareció y me hizo removerme en la silla del estudio sin ser capaz de cerrar el anuncio spam. Lo miré un largo rato. Era un gif que se repetía una y otra vez sin dejar que él se viniera.
No pude resistir. Cerré la pestaña y corrí al baño a tomar algo de aire, pero la presión en mi cadera me obligó a ir a la taza, bajarme los pantalones y tratar de liberar lo que me agobiaba.
Cuando vi mi cuerpo desnudo, no pude evitar llevar mi mano a esa extraña sensación palpitante. Me masturbé, me masturbé muchísimo pensando en el hombre de la verga enorme. Sin poder controlarme, mi mano subía y bajaba mientras la presión aumentaba, y ya correrme era una necesidad. Pero todo fue un desastre cuando me corrí: el baño quedó hecho un lío. Con los pantalones abajo fui hasta el lavamanos y limpié todo ese líquido blanco y pegajoso de mi mano. Ya con manos limpias, me subí los pantalones y fui por papel para recoger el resto del líquido, que me dio mucho asco.
Y fue ahí cuando mi mundo se vino abajo.
Cuando volví a la computadora, la profe Leonor esperaba pacientemente y me miró directamente cuando vio que me acercaba al escritorio. Me fui deteniendo en mi camino hasta que llegué frente a ella. Ella me miró y luego miró la pantalla. Ahí estaba esa verga enorme repitiéndose una y otra vez, porque nunca cerré la pestaña, solo la minimicé. La profe Leonor la abrió cuando revisó por qué el estudio estaba libre.
Negué varias veces y le dije a la profe que el anuncio había salido porque estaba buscando jueguitos, que se me olvidó cerrarlo. Y era verdad, en parte.
Pero eso era inaceptable en mi colegio. La profe Leonor llamó al obispo Fabio a la salida y me llevaron a un cuarto donde también estaba el padre Mateo. Ambos esperaron a que mis padres llegaran, pero se demoraron un montón porque mi mamá estaba organizando el desfile de Semana Santa del pueblo. Mi papá estaba trabajando; nunca en la vida pasaría por mí al colegio y menos a esa hora.
El obispo Fabio me preguntó muchas cosas sobre el gif. Le dije que estaba buscando jueguitos y siempre aparecían anuncios, pero esa vez había tenido que ir al baño y se me olvidó cerrarlo. El padre Mateo asintió varias veces mientras escribía lo que dije, y yo miraba al piso esperando lo peor. Lo peor llegó cuando mi mamá apareció en la rectoría, mirándome fijamente y muy preocupada. El padre Mateo le dijo que yo estaba bien, pero que estaba en problemas.

El obispo suspiró, se quitó las gafas y le dijo a mi mamá que me habían pillado viendo porno en la biblioteca. Que era porno entre hombres y que eso no podía aceptarse bajo ningún concepto.
Desde ahí no recuerdo mucho. Mi mamá lloró, creo, y le dijeron que tenía que pedir cita con el psicólogo de la iglesia. Luego nos fuimos del colegio a la casa y todo se puso peor. Mi mamá empezó a llorar y gritarme: que por qué le hacía eso a ella, que ella no iba a tener hijos maricones, que habían criado a un hombre-hombre y que me dejara de maricadas. Me pegó muchas veces. Yo lloré también, lloré mucho por los golpes y por sus palabras, aunque no entendía nada de lo que decía. Solo me decía a mí mismo: “Yo no soy marica, yo no soy marica”.
Estuve castigado todo el tiempo que me suspendieron del colegio. Todos los días tenía que leer la biblia y hacer rosarios, luego tenía que acompañar a mi mamá a la iglesia para organizar los desfiles de semana santa y cada viernes me confesaba ante el padre. Aunque nunca le dije que me masturbé en el baño del colegio, no dije nada de eso. Mis confesiones eran muy bobas, pues mi mamá no me dejaba solo ni un minuto mientras no estaba en el colegio. Y cuando estaba en mi cuarto solo podía estar con la puerta abierta, ella pasaba cada rato a mirarme y revisar mi cuarto.
La computadora de la casa me fue rotundamente prohibida y apenas puedo acercarme a ayudarla con lo que diga e irme rápido. Entonces sigo ayudando a limpiar la casa, lavar la ropa, trapear, encerar o barrer y así.
¿Mi papá? Mi papá no me habla desde entonces. Esa noche sólo me estrelló la cara contra la mesa del comedor y se fue, para volver a la mañana siguiente. Y desde entonces no me habla, apenas me mira de reojo y suspira frustrado. Tampoco habla mucho con mi mamá, esa noche que me castigaron me fui a mi habitación y le oí decir que él no iba a tener maricones en su techo, que era culpa de ella porque me consentía mucho. Le pegó a ella también y fue ahí cuando se fue. Sí, así fue ahora que me acuerdo.
Hoy tengo que volver al colegio. Y en las tardes y los sábados tengo que ir a un grupo para AMS, que no sé qué significa.
Pero tengo que confesar que si seguí masturbándome. En la ducha mi mamá me dejaba solo y podía demorarme porque se le olvidaba. Entonces aprovechaba para volver a pensar en el hombre de la verga enorme y jalármela a gusto. Y, como me estaba bañando, el agua se llevaba todo el líquido y yo salía limpiecito y como si nada. En las noches también lo intentaba porque cuando me movía mucho el roce hacía que se me parara. Pero era más difícil, la puerta siempre estaba abierta y el corredor hacía eco de los ruidos de mi cuarto, entonces sólo lo hice cuando era muy necesario.
Pero ya no puedo darme esos gustos porque ya vuelvo al colegio, entonces tengo que comportarme. Voy caminando como todos los niños del pueblo pero me siento diferente, siento que me miran. De vez en cuando miro a la gente y es como si se escondieran de mí. Y no entiendo, pero tampoco puedo detenerme a preguntar.

Llego al colegio normal, pero hay un susurro que acompaña mis pasos. Mis amigos no me miran, en la formación todos lo hacen menos ellos. El padre Mateo sale y da el mismo discurso de siempre, ya me lo sé de memoria, por lo que no pongo atención y en cambio miro lo que está pasando. Los profesores hablan entre ellos, mis compañeros hablan entre ellos, los de otros salones también hablan, ¿Me habré perdido de algo?
Al fin nos dejan irnos a nuestros salones. Adelanto unos compañeros hasta llegar a mis amigos, que entre risas salen corriendo y me dejan atrás. Entonces me dirijo al salón, todos eventualmente tenemos que llegar ahí, y veo que todas las mesas están en las líneas de siempre excepto una, que está más adelante. La profe Leonor me mira y señala esa silla, en lo que todos los demás entran entre risitas y murmullos. Me siento ahí adelante solo, saco mis cuadernos y empieza una aburridísima lección sobre la constitución del país. En lo que copio lo del tablero, una notica cae en mi cuaderno, a lo que miro hacia atrás y mis amigos se están riendo.
Abro la nota y dice en rojo "puto Marika".
Ahora lo saben. Todos lo saben.
Los días ahora en la escuela son una puta pesadilla. Hago lo mío y trato de alejarme de todos, aunque no es difícil porque todos me evitan. En las tardes, por otro lado, todo es mucho más fácil. Los grupos de AMS son con un montón de chicos que están en mi misma condición. Bueno, no sé si todos se masturbaron pensando en un hombre con una gran verga, pero seguro que todos quisieran. El psicólogo se llama Antonio y todos le decimos Toño de cariño. Él nos dijo en la primera sesión que alguna vez fue como nosotros y ahora está curado y tiene una esposa. También nos dijo que están intentando tener hijos, pero que hay que esperar al tiempo de Dios que es perfecto.
Me siento aliviado de que si haya cura para esto, tener AMS es muy complicado. Hace unos días me dijeron que eso significa Atracción por el Mismo Sexo, lo que me alivió más porque pensé que yo realmente era marica. Y no, Toño nos dice que del AMS se puede salir si realmente confiamos en que Dios nos curará. Y tengo que confiar, quiero volver a recuperar mi vida y mi familia.
Desde que voy en las tardes a las reuniones de AMS no me he vuelto a masturbar ni siquiera en la ducha. O bueno, estoy intentando no hacerlo. En las reuniones de los sábados nos dicen que no hay que pensar de forma sexual en el cuerpo de otro hombre, pero no puedo. Basta con recordar un poco al hombre de la verga para que me empiece a calentar.
O a Miguel.
Sí, esa parte no la he contado porque no puedo... O no debería. Hace un mes que llegó un chico nuevo al grupo y se llama Miguel. El pastor de otra iglesia le recomendó nuestro grupo y por eso llegó aunque no viva aquí en el pueblo. Viene sólo los sábados, pero me encantaría que viniera más seguido. Miguel es muy alegre y le gusta mucho hacer reír. Además es alto y bronceado, se nota que viene de tierra caliente. Tiene ojos color amarillo, nunca había visto unos ojos así. Pero parece de otro planeta porque se le ven muy claros por su piel oscurita. Además que le brillan mucho y muy bonito.
Pero no debería pensar en eso, no puedo hacerlo. En las reuniones de los sábados nos dicen que debemos pensar en los hombres como nuestros amigos, no como nada más. Y yo lo intento, de veras que lo intento, pero Miguel se ríe y yo siento que el mundo se me cae a pedazos. El sábado pasado nos dijeron que debíamos abrazarnos para sentir el cariño de un hombre sin romantizar ni sexualizar nada. Miguel vino y me abrazó fuerte un largo rato y yo estaba sudando cuando me soltó. Me dijo que le gustaban mis abrazos, que deberíamos volver a abrazarnos el otro sábado. Y yo sólo asentí porque todavía podía olor el champú que utilizaba y sentía que ese olor me había dopado.
Hoy voy a sentarme al lado de él para hablarle, aunque me da miedo que Toñito nos vea muy cercanos y nos separe, como ya pasó antes con dos chicos que los separaron y hasta quedaron en horarios diferentes. No, no me quiero arriesgar mucho.
Pero el sábado no fue como esperaba. Llegué y todo estaba como siempre, pero no había sillas y todos estaban hablando entre ellos algo confundidos. Yo llegué y me senté en el piso esperando a Miguel, que llegó corriendo justo antes de que Toño entrara. Nos dijo que hiciéramos un círculo y nos empezó a explicar que todos los cuerpos que estaban ahí no podíamos verlos como algo sexual, que teníamos que normalizarlo para luego sólo verlo como algo natural. Entonces nos dijo que teníamos que empezar a acostumbrarnos a ver otros cuerpos masculinos y no pensar en nada, haciendo que empezáramos a quitarnos la ropa hasta quedar sin nada. No pude evitar mirar el suelo intentando que mi postura tapara mis genitales, pero Toño nos hizo pararnos firmes y levantar la mirada. Entonces miré a la pared, esperando que todos estuvieran haciendo lo mismo para no sentirme tan incómodo. Luego nos hicieron pararnos por grupos más chiquitos y mirarnos, para luego hablar entre nosotros como si nada, pero, si antes no podía mencionar palabra, ahora menos que tenía a Miguel al lado desnudo viéndome y yo viéndolo.
Como siempre, Miguel empezó a hablar para intentar hacernos reír, lo que hizo que algunos soltáramos risitas que se ahogaron en el sólido silencio incómodo. Pero luego no pude evitarlo. Miré de reojo a Miguel, que sonreía con mucha carisma. Miré sus pies, fue subiendo por sus piernas y pude ver que le gustaban los deportes porque tenía los músculos bien tonificados. Evité su cadera, no quería mirar ni ser mirado.
Ya luego subí por su abdomen, que no estaba tan tonificado pero se empezaban a marcar los músculos y el six pack. Era cuestión de tiempo. Me detuve en su pecho, no quería subir más la mirada y encontrarme que Miguel se dio cuenta que lo miré. Ahí desvié la mirada a otros compañeros pero siempre mirando las rodillas o algo que no me pusiera incómodo. Y si me sentía tan incómodo viendo hombres desnudos, creía que ya estaba más cerca de curarme del AMS, que lo estaba logrando.
Claro, eso lo creí hasta anoche. Anoche soñé con Miguel.
Las burlas en el colegio ya han parado casi del todo, pero no me importan porque estoy cada vez más distraído. Pienso en Miguel, en lo que dice Toño, en lo que dijo mi papá, en el hombre de la verga. Pienso en todo y en nada a la vez hasta que se acaba la jornada y puedo irme a la casa a hacer tareas y ayudar a mi mamá en la casa porque sigo castigado.
Los únicos días donde puedo llegar cuando quiera son los sábados porque a veces las clases se extienden y mis papás prefieren que yo tome todo el curso completo a que tengan que estar pendientes de mí todo el día. El sábado llego y espero que no nos toque otra vez desvestirnos porque está haciendo mucho frío, parece que va a llover. Pero Toño entra y se empieza a quitar toda la ropa, lo que nos dice que debemos imitarlo. Me paro abrazando mi propio cuerpo por el frío mientras busco a Miguel con la mirada, pero no está.
Toño dice que tenemos que tomarnos de las manos y hacer un círculo. Nos dice que entre hombres no debe haber incomodidad en la desnudez porque todos somos iguales, por eso no deberíamos desear lo que ya tenemos. En cambio, la vagina, las tetas y el culo de la mujer es algo nuevo, algo que debería darnos curiosidad poder ver, tocar, lamer, besar...
No puedo evitar la cara de asco, pero pierdo la capacidad de respirar cuando escucho la voz de Miguel tras de mí preguntándome qué se perdió. Le digo que no mucho, que toca tomarnos de las manos y él no se lo piensa para tomarme de la mano y unirse al círculo. Y siento cómo la sangre corre hacia mis mejillas y me hace sentirme chiquitico y asustado. Y entonces Toño me mira y me dice que no tengo que sentirme avergonzado, que desear a una mujer es lo realmente natural y que puedo pensar en ello cuando quiera. Nos dice que imaginemos el cuerpo deseado de la mujer que queramos, que imaginemos sus piernas, sus senos, su cintura...

Pero con esas descripciones sólo pienso en que Miguel debe estar sintiendo mi mano sudando y queriendo morirse de asco. Miro nuestras manos juntas y luego a sus ojos, que me estaban mirando con una sonrisa divertida. Trato de separarme para secarla un poco con mi piel, al menos, pero él me agarra fuerte y sólo puedo volver la mirada al frente rogando que Toño no haya visto eso y nos separe. Toño sigue describiendo la sensualidad de la mujer, mientras todos miran al suelo y siento que todos sólo hacemos de oídos sordos a lo que está diciendo. O al menos yo no estoy escuchando nada.
Cuando al fin pude vestirme, fui el más rápido en llegar por mis cosas y cubrirme, pues ya estaba tiritando. Me iba a resfriar seguro. Y entonces iba a salir cuando vi a Miguel en la puerta esperando. Caminé lentamente viendo si esperaba a alguien más, pero apenas me miró me saludó con la mano. Le devolví el saludo abotonando mi chaqueta, mientras caminaba hacia afuera y en dirección a mi casa.
Miguel me sigue, escucho su voz tras de mí y ya empiezo a sudar. No, no puedo sudar, tengo que verme casual. Me pregunta que si ya pagué por las terapias y le digo que yo no hago eso, que lo hacen mis papás. Él me dice que si sé cómo hacerlo porque a él lo mandaron solo al pueblo y no conoce bien. Le digo que en la iglesia tiene que ir a la tesorería con el recibo que nos da Toño y que ahí le dan el recibo de Cancelado. Me dice que si lo puedo acompañar porque no conoce nada, que no sabe dónde queda. Y yo le digo que sí, le digo que sí aunque debía decir que no, pero dije que sí.
Y lo acompaño en todo el trámite, le digo a doña Matilde que Miguel quiere pagar la mensualidad de las terapias de AMS, que si lo puede ayudar. Y ahí le hacen todo el trámite. Mientras esperamos, Miguel me cuenta que antes vivía en la playa, que sabe nadar muy bien y le encanta el futbol. Me dice que extraña mucho su casa porque aquí es muy frío, pero que no tiene opción. Me dice que tiene quince años y va a la iglesia desde que era chamaquito. Le pregunto que qué es chamaquito y me dice que es cuando alguien es muy niño. Le digo que yo también voy desde chamaquito. Me pregunta que cómo me descubrieron y le digo que en el colegio.
Doña Matilde sale y le da el recibo de esos que se hacen con un papelito negro que calca todo. De ahí salimos y seguimos hablando. Me dice que si yo conozco algún lugar aquí que esté cerca al agua o algo porque extraña nadar. Le digo que hay un río cerca pero que es muy frío y que se va a enfermar si nada ahí, pero él se ríe y me dice que vayamos. Le digo que no puedo, que tengo que volver a mi casa o me van a regañar, pero él no me escucha y me toma del antebrazo para salir corriendo por el pueblo. Le pregunto que qué hace, que el río es para el otro lado y me regaña diciéndome que si no lo guío que cómo iba a saber. Le tomo ahora yo del brazo y lo guío hasta el bosque donde hay un puente. Ahí seguimos hablando de todo y de nada.
Miguel me dijo que él cree en Dios pero no le gusta la iglesia, me dijo que Dios es amor y nos ama a todos tal y como somos. Que él debería poder ser como es sin miedo porque Dios lo hizo así y así lo ama. Yo sólo lo escucho pensando en lo que dice, pero queriendo no hacerlo. Cuando pasamos el puente, Miguel se tiró en el pasto y empezó a reír, lo que me hizo reír también. Le pregunté que por qué se reía y él me dijo que porque yo era muy chistoso, pero yo no estaba haciendo nada. Me ofreció su mano y quería ayudarlo a levantarse, pero me jaló y caí encima de él.
Me preguntó que qué pensaba yo, pero apenas balbuceé intentando decir algo que no fuera estúpido. Pero no pude hacer nada porque sentí una caricia en mi mejilla de su mano y sentí ganas de llorar. Me dijo que no tuviera miedo, que todo estaba bien. Me preguntó que si me gustaba estar con él y yo dije que sí sin pensarlo. Me dijo que si me gustaban sus abrazos y también asentí. Me dijo que a él también le gustaba mucho estar conmigo, que yo era diferente, pero no entendí. Me preguntó que si sus caricias me gustaban, pero luego se rio y me dijo que ya no tenía que responder, que ya lo sentía.

Como el día en que vi el hombre de la verga, de nuevo sentí un pálpito en mi cadera y quise alejarme, pero él volvió a decirme que no tuviera miedo, que no estábamos haciendo nada malo. Le dije que no, que yo estaba trabajando mucho para curarme del AMS y no iba a retroceder. Y me preguntó si yo realmente era feliz.
Y no supe que decir. No sé qué decir.
Me recosté en su pecho, entonces sentí que realmente no era feliz. Por primera vez sentí el dolor de no estar con mis papás, de no comer con ellos, de no salir al mercado y reírme con mi mamá. Me dolió no volver a ver fútbol con mi papá y predecir los resultados, verlo reír mientras me veía salir del colegio y aplaudir orgulloso cuando respondía bien en la tarea. También extrañé a mis amigos, las risas por las tardes y las bromas en el recreo. Molestar al dueño de la pelota y luego decirle que mentiras, que si nos caía bien para poder seguir jugando. Extraño correr con ellos bajo la lluvia para saltar charcos y pasarnos papelitos en la clase burlándonos de algo chistoso que dijo el profesor. Extraño mi vida normal, extraño no estar aislado y exiliado en mi propia casa. Quiero volver a ver a mis papás a los ojos sin sentirme como una basura, sin que me miren con pesar o asco.
Y lloré. Lloré mucho mientras me abrazaba a Miguel. Y él me abrazó como nadie lo hacía desde hace mucho. Por fin me volví a sentir conectado en el mundo, en la realidad. Nos abrazamos mucho y no supe cuánto tiempo pasó hasta que atrajo mi atención acariciando mi rostro.
Y ahí nos besamos. Tan suave, tan tierno. Así, estoy seguro que así, se debe sentir el amor.

FIN
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